De películas de la Revolución Mexicana y mariachis en los Balcanes
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El conflicto entre Stalin y Tito y los resabios artísticos de la Revolución Mexicana; el incendio de 1982 de la Cineteca Nacional de México y una de las películas más vistas en la Yugoslavia comunista; Una película de Emilio «El Indio» Fernández y éxitos en la radio yugoslava. Todos estos elementos parecen lejanos, inconexos y quizá muy ajenos, pero una historia de la cultura popular yugoslava cincuentera y sesentera muestra lo contrario.
Un país que ya no existe se preguntaba qué películas proyectar
Hoy, seis países y una zona autónoma es el resultado de un país socialista que estuvo unificado durante casi toda la segunda mitad del siglo XX. Esos países son Eslovenia, Croacia, Bosnia y Herzegovina, Serbia, Montenegro y Macedonia. La zona autónoma es Kosovo.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los partisanos comunistas
yugoslavos comandados por Josip Broz Tito, quien más tarde se
convertiría en el presidente más querido que Yugoslavia haya tenido,
derrotaron a los nazis y a los fascistas apoyados directamente por el
Ejército Rojo. Por la ayuda soviéticoa en la liberación yugoslava, al
término de la Guerra, Stalin y Tito resultaron aliados. Después de tres
años de terminada la Guerra, en 1948, un conflicto sobre planes
económicos casi termina en un conflicto militar. Yugoslavia perdió el apoyo soviético y fue expulsado del Kominform (la organización sucesora de la Internacional Comunista). De hecho, Belgrado, capital de la República Socialista de Serbia y de Yugoslavia, era la sede del Kominform. Después de la querella, la sede se transfirió a Bucarest, la capital de la entonces República Socialista de Rumania.
Entre los problemas que la expulsión del Kominform de Yugoslavia provocó, había uno muy específico: ¿Qué películas se proyectarían ahora en las salas de cine yugoslavas? Con la ruptura, la buena cantidad de películas soviéticas que se proyectaban en los cines y la buena cantidad de música rusa que se reproducía en las radios dejó de ser deseable para el gobierno yugoslavo. Había que buscar la respuesta en algún lugar que no fuera parte del Bloque del Este y si no se podía buscar en el Este, tenía que ser en Occidente. Preguntarse qué películas se proyectan, sin embargo, no es una cuestión banal, no es una cuestión de gustos, sino que es una decisión política. Las películas de Hollywood eventualmente se proyectaban en el período en que se proyectaban las películas soviéticas y se escuchaban canciones rusas (1945–1947). Sin embargo, el gobierno yugoslavo era muy cuidadoso con la selección de las películas estadounidenses que importaban, ya que evitar la influencia capitalista e imperialista era de importancia capital. Que el capitalismo echara raíces entre la población de la Yugoslavia socialista era probablemente la amenaza más peligrosa.
Fue Moša Pijade, un guerrillero comunista serbio, traductor de El Capital al serbocroata y pintor cuando joven, quien tuvo una idea acorde a las necesidades del socialismo yugoslavo. Mientras estudiaba Artes Plásticas en París, Pijade descubrió los filmes mexicanos de la época de oro. Según se dice, él fue quien propuso importar películas mexicanas por las siguientes razones.
En México se estaba consolidando una fuerte e importante industria cinematográfica desde la década de 1930. Para 1948, México seguía siendo un país trabajador y campesino — como ahora, sólo que más maquilador y menos campesino — ; tuvo una Revolución — la primera del siglo XX — que había concluido 31 años antes; había sido gobernado por un mismo partido.
Además, la industria cinematográfica mexicana estaba produciendo bastantes melodramas musicales, a los cuales los yugoslavos estaban acostumbrados, ya que algunas películas soviéticas de la época también tenían ese estilo.
Y no sólo los yugoslavos estaban acostumbrados al cine soviético, sino que también en México había influencia soviética en la cinematografía. Eisenstein filmó en 1932 «¡Que viva México!», producción que tuvo que abandonarse.
Pero lo más importante es la consigna que aparecía frecuentemente en boca los personajes: «¡Viva la Revolución!» Las películas mexicanas no eran caras y presentaban el espíritu revolucionario que los yugoslavos buscaban. La respuesta se había encontrado.
Hubo una película que desencadenó el gusto por la cinematografía y la música mexicana. Además, el tema de la película era adecuado para las necesidades políticas de Yugoslavia luego del rompimiento con la URSS. Esa película mexicana es ahora más yugoslava que mexicana, material y emocionalmente. Materialmente porque el rollo que se conservaba en México se perdió con el incendio de la Cineteca Nacional de 1982. Ahora sólo se puede encontrar en la Cinemateca Yugoslava en Belgrado, Serbia. Emocionalmente es más yugoslava que mexicana porque desde por lo menos 1952 la película permanece en los corazones de toda una generación de yugoslavos — quizá dos — . La película hizo llorar a croatas, serbios, bosnios, macedonios y montenegrinos; y no sólo eso, sino que la película hizo que la gente amara la música que sonaba en ella. Esa película es Un día de vida, dirigida en 1950 por Emilio «El Indio» Fernández, o, como la conocían en Yugoslavia, Један дан живота (Jedan dan života).
La película se mostró en todas las Repúblicas. En Zagreb, en ese entonces la capital de la República Socialista de Croacia, se presentó por lo menos 200 veces entre 1952 y 1953.
Emilio Fernández dedicó Un día de vida a José Martí: «el extraordinario apóstol que fundió en un sacramento los corazones de Cuba y de México». En la película se recuerdan varias frases de Martí y partes de su vida. Además, uno de los personajes lleva su apellido. En la película se muestra un enorme reconocimiento y admiración por el Apóstol de Cuba.
El general Felipe Gómez es el encargado de fusilar a Lucio Reyes, quien fue su amigo desde la infancia. La única familia de Lucio Reyes es su madre, Mamá Juanita, quien aparentaba no estar enterada del próximo fusilamiento de su hijo. El condenado pide ir a cantarle «Las mañanitas» a su madre, como cada año, un día antes de su fusilamiento. Durante la fiesta, Lucio Reyes le entrega a los habitantes de Cieneguillas, el pueblo en el cual nació Lucio y en donde vive su madre, los títulos que declaran el pueblo propiedad de los habitantes, en una comunidad agraria. Lucio Reyes tenía la oportunidad de salvarse de la muerte reconociendo al gobierno, pero sus convicciones revolucionarias no permitían tal traición a Zapata. Al día siguiente, mientras el pelotón de fusilamiento se retira, Mamá Juanita pide al General Gómez llevarse el cuerpo de su hijo.
Además de tener una fotografía precisa y un desarrollo dramático sólido, el guión y los personajes revolucionaros eran perfectos para un país nuevo, socialistamente recién nacido. Seguramente esa gente escuchó diálogos similares siete u ocho años antes durante la Segunda Guerra.
Entre los problemas que la expulsión del Kominform de Yugoslavia provocó, había uno muy específico: ¿Qué películas se proyectarían ahora en las salas de cine yugoslavas? Con la ruptura, la buena cantidad de películas soviéticas que se proyectaban en los cines y la buena cantidad de música rusa que se reproducía en las radios dejó de ser deseable para el gobierno yugoslavo. Había que buscar la respuesta en algún lugar que no fuera parte del Bloque del Este y si no se podía buscar en el Este, tenía que ser en Occidente. Preguntarse qué películas se proyectan, sin embargo, no es una cuestión banal, no es una cuestión de gustos, sino que es una decisión política. Las películas de Hollywood eventualmente se proyectaban en el período en que se proyectaban las películas soviéticas y se escuchaban canciones rusas (1945–1947). Sin embargo, el gobierno yugoslavo era muy cuidadoso con la selección de las películas estadounidenses que importaban, ya que evitar la influencia capitalista e imperialista era de importancia capital. Que el capitalismo echara raíces entre la población de la Yugoslavia socialista era probablemente la amenaza más peligrosa.
De la época del cine de oro mexicano a la posguerra yugoslava
Fue Moša Pijade, un guerrillero comunista serbio, traductor de El Capital al serbocroata y pintor cuando joven, quien tuvo una idea acorde a las necesidades del socialismo yugoslavo. Mientras estudiaba Artes Plásticas en París, Pijade descubrió los filmes mexicanos de la época de oro. Según se dice, él fue quien propuso importar películas mexicanas por las siguientes razones.
En México se estaba consolidando una fuerte e importante industria cinematográfica desde la década de 1930. Para 1948, México seguía siendo un país trabajador y campesino — como ahora, sólo que más maquilador y menos campesino — ; tuvo una Revolución — la primera del siglo XX — que había concluido 31 años antes; había sido gobernado por un mismo partido.
Además, la industria cinematográfica mexicana estaba produciendo bastantes melodramas musicales, a los cuales los yugoslavos estaban acostumbrados, ya que algunas películas soviéticas de la época también tenían ese estilo.
Y no sólo los yugoslavos estaban acostumbrados al cine soviético, sino que también en México había influencia soviética en la cinematografía. Eisenstein filmó en 1932 «¡Que viva México!», producción que tuvo que abandonarse.
Pero lo más importante es la consigna que aparecía frecuentemente en boca los personajes: «¡Viva la Revolución!» Las películas mexicanas no eran caras y presentaban el espíritu revolucionario que los yugoslavos buscaban. La respuesta se había encontrado.
Hubo una película que desencadenó el gusto por la cinematografía y la música mexicana. Además, el tema de la película era adecuado para las necesidades políticas de Yugoslavia luego del rompimiento con la URSS. Esa película mexicana es ahora más yugoslava que mexicana, material y emocionalmente. Materialmente porque el rollo que se conservaba en México se perdió con el incendio de la Cineteca Nacional de 1982. Ahora sólo se puede encontrar en la Cinemateca Yugoslava en Belgrado, Serbia. Emocionalmente es más yugoslava que mexicana porque desde por lo menos 1952 la película permanece en los corazones de toda una generación de yugoslavos — quizá dos — . La película hizo llorar a croatas, serbios, bosnios, macedonios y montenegrinos; y no sólo eso, sino que la película hizo que la gente amara la música que sonaba en ella. Esa película es Un día de vida, dirigida en 1950 por Emilio «El Indio» Fernández, o, como la conocían en Yugoslavia, Један дан живота (Jedan dan života).
La película se mostró en todas las Repúblicas. En Zagreb, en ese entonces la capital de la República Socialista de Croacia, se presentó por lo menos 200 veces entre 1952 y 1953.
Emilio Fernández dedicó Un día de vida a José Martí: «el extraordinario apóstol que fundió en un sacramento los corazones de Cuba y de México». En la película se recuerdan varias frases de Martí y partes de su vida. Además, uno de los personajes lleva su apellido. En la película se muestra un enorme reconocimiento y admiración por el Apóstol de Cuba.
Un día de vida
Belén Martí, periodista cubana, llega a México en 1919 para conocer la situación revolucionaria en el país. A su llegada conoce a un ex soldado porfirista, quien le comunica que el coronel zapatista que le salvo la vida, Lucio Reyes, sería fusilado en un par de días. La razón: levantarse en armas por el asesinato de Zapata.El general Felipe Gómez es el encargado de fusilar a Lucio Reyes, quien fue su amigo desde la infancia. La única familia de Lucio Reyes es su madre, Mamá Juanita, quien aparentaba no estar enterada del próximo fusilamiento de su hijo. El condenado pide ir a cantarle «Las mañanitas» a su madre, como cada año, un día antes de su fusilamiento. Durante la fiesta, Lucio Reyes le entrega a los habitantes de Cieneguillas, el pueblo en el cual nació Lucio y en donde vive su madre, los títulos que declaran el pueblo propiedad de los habitantes, en una comunidad agraria. Lucio Reyes tenía la oportunidad de salvarse de la muerte reconociendo al gobierno, pero sus convicciones revolucionarias no permitían tal traición a Zapata. Al día siguiente, mientras el pelotón de fusilamiento se retira, Mamá Juanita pide al General Gómez llevarse el cuerpo de su hijo.
Además de tener una fotografía precisa y un desarrollo dramático sólido, el guión y los personajes revolucionaros eran perfectos para un país nuevo, socialistamente recién nacido. Seguramente esa gente escuchó diálogos similares siete u ocho años antes durante la Segunda Guerra.
Pomposo, quien fue teniente del coronel Reyes, dice al principio de la película:
Para mí la vida siempre ha sido eso. ¡México!, ¡la libertad del pueblo! [El Coronel Reyes sobre las mujeres prefería a] ¡México!, ¡la libertad del pueblo!, ¡la justicia!, y ¡la tierra!Felipe Gómez, amigo de la infancia de Lucio Reyes y encargado del fusilamiento, intenta convencer a su amigo de salvar su vida:
FELIPE — Nuestra bandera sigue siendo la misma, Lucio. Tú te revelaste como protesta por la muerte de Zapata. Y, ¿qué significan Zapata y Villa y el mismo presidente Carranza frente al destino de México? ¡Eso es lo que nos importa, por eso hemos luchado! ¡Todos somos los mismos, Lucio!, porque soñamos el bien de México.Hacia el final de la película, Lucio Reyes consigue hablar con Belén, la periodista cubana y le habla francamente:
LUCIO — Sí, Felipe. Tal vez nuestra causa requiere la sangre de sus mismos hijos.
FELIPE — ¡No seas terco! ¡Acepta que cometiste un error y protesta tu adhesión al supremo gobierno!
LUCIO — No vuelvas a hablarme de eso, por favor. Después de la forma tan cobarde como asesinaron a Zapata, no creo en nada, ¡ni en nadie! ¡Déjame en paz!
Mire, Belén. Esto es México. Hace nueve años que estamos luchando por una causa y todas las grandes causas son duras y tardan en triunfar. ‘Los grandes derechos no se compran con lágrimas, sino con sangre’, escribió Martí, recuérdelo.
Y Belén, con esa voz tan florida, reflexiona sobre algo que bien pudo haber tocado fuertemente la sensibilidad del pueblo yugoslavo después de la Guerra:
¡Tierra y libertad! Ahora sé por qué los grandes sueños de los hombres son imperecederos y por qué de cada tumba de mártir se levanta cada vez más fuerte la vida. […] Seco y duro tiene que ser el heroísmo, como la vetas, para seguir manando eternamente fulgor. Y es ley que todo sueño que se levanta tiene que alimentarse de sangre.La película impactó a la población por la posible identificación con los personajes y el argumento. Quizá muchas personas que vieron Un día de vida perdieron a sus familiares y seres queridos en la Guerra, algunos quizá fusilados. La música de la película también influyó fuertemente en la población durante un par de décadas más. Aparecen las canciones «Adelita» y «El son de las olas», pero la canción que más impactó fue una que en serbocroata se tituló «Mama Huanita», que tuvo una fama envidiable. La canción original tiene un verso que le dio su nombre en Yugoslavia. El verso dice: «levántate Mamá Juanita, mira que ya amaneció». Sí, «Las mañanitas» se convirtió en un éxito en Yugoslavia bajo el nombre Mama Huanita.
Esta canción marcó el inicio de todo un género musical que se desarrollo durante la década de 1950 y 1960 en Yugoslavia.
El yumex
El феноменот југомексиканци (fenomenot jugomeksikanci), fenómeno yugomexicano, surgió a partir del gusto por la música de Un día de vida y de las muchas otras películas mexicanas que se proyectaban en Yugoslavia. Algunos grupos se enfocaban en imitar lo más fielmente posible la música mexicana mientras otros hacían mezclas con la música local y especialmente con la música de la Costa Dálmata y con canciones tradicionales urbanas de Serbia. Algunos cantaban en español y otros en sus idiomas. Esta música nueva estuvo asociada al Mar Adriático, las melodías costeñas y el romanticismo de la playa. Estas combinaciones crearon un sonido tan especial que pasó a denominarse yumex.El régimen socialista apoyaba mucho a la música por ser una de las bellas artes, por lo que los y las cantantes e instrumentistas de estos grupos y ensambles estaban conformados por músicos educados.
En Macedonia, el Ensabmble Magnifico (Kvartert Magnifico) era el más famoso. El grupo usaba trajes de grupo de trío y a vaces cantaba en español.